El Prat de Llobregat fue conocido, durante siglos, como “el pueblo de las fiebres”; nombre genérico que comprendía enfermedades tales como el paludismo, la disentería, el tifus y las hepatitis; provocadas por los mosquitos y el agua no potable. La falta de condiciones higiénicas en el delta del Llobregat, hasta hace muy poco, causó verdaderos estragos a nuestros antepasados, indefensos a merced de un medio hostil e inclemente. Estas son pequeñas historias de aquella gente, marcada por la insalubridad, la pobreza, la incultura, la violencia, el trabajo y el sudor pegado al cuerpo, pero sobre todo, por un amor desmedido hacia esta tierra.

sábado, 9 de febrero de 2013

La ermita románica de Santa Eulàlia de Provençana


La ermita románica de Santa Eulàlia de Provençana forma parte, junto a la ermita de Nuestra Señora de Bellvitge, del patrimonio histórico artístico del municipio de Hospitalet de Llobregat.
Estructura
El edificio, de planta rectangular, consta de tres naves, separadas por dos hileras de arcos de medio punto que descansan sobre gruesos pilares rectangulares. La nave central está cubierta con bóveda de cañón y las laterales con bóveda de cuarto de círculo. Las tres fueron reconstruidas durante las labores de restauración realizadas en 1970. El edificio original constaba de tres ábsides semicirculares, hoy desaparecidos, tras la construcción en el siglo XV de un nuevo templo, adosado a la iglesia románica. La portalada fue construida el año 1201, según consta en una inscripción aún visible en el tímpano. Presenta tres arcos en gradación y dos arquivoltas enmarcadas por un guardapolvos con friso esculpido de motivos vegetales y dos columnas con capitel biselado de aspecto rústico. De las columnas románicas tan sólo perduran los capiteles, ya que los fustes originales fueron sustituidos por tubos de uralita, durante la última restauración. Sobre la puerta de acceso se abre una ventana de medio punto y todo el conjunto está coronado con un campanar de espadaña.
Cuenta la leyenda
Santa Eulàlia fue la patrona de la ciudad de Barcelona, hasta el año 1687. Actualmente es patrona de la catedral. Etimológicamente viene de los vocablos Eu, que significa bien y Lal, que significa hablar, por lo que su traducción sería: la que habla bien. La historia narra el martirio de una joven de veinticinco años, descendiente de familia acomodada, que recrimina al prefecto Daciano, la injusta persecución contra la fe cristiana, proclamada a partir de los Decretos del emperador Diocleciano. El prefecto intenta persuadir a la joven de que abnegue de su religión, pero ante su negativa acaba recurriendo a las amenazas, primero, y a la tortura y muerte, finalmente. La leyenda cuenta que Santa Eulalia acabó, después de innumerable torturas, dentro de un tonel lleno de cuchillas que fue rodado por una calle en pendiente. En su recorrido de mártir, Santa Eulalia santificó barrio por barrio la ciudad de Barcelona. Una vez muerta, su cuerpo fue expuesto en una cruz extramuros y una nevada milagrosa ocultó su desnudez. Fue enterrada donde se levanta hoy el Arco del Triunfo, aunque posteriormente su cuerpo sería trasladado a la cripta de la catedral.
Hay quien afirma que esta historia no es más que un desdoblamiento de la Santa Eulalia de Mérida (Badajoz), bien por adoración a la santa emeritense, bien por el culto a alguna de sus reliquias. No obstante, no es absurdo pensar que existieran dos mártires y tan sólo un hallazgo arqueológico podrá dilucidar el enigma.
Un poco de historia
La primera referencia escrita del término Provençana, corresponde a la venta de una casa de payés y unos terrenos propiedad del matrimonio Bonemir i Ermessenda a Rafulf, hijo de Guifré el Pilós, y tiene fecha del 29-08-908. El nombre de Provençana proviene, al parecer, de la época romana y hace referencia a una villa, cuyo propietario se llamaba Provius o Proventius. Los restos de la edificación se encuentran bajo la actual iglesia. La parroquia de Santa Eulàlia de Provençana se encuentra documentada desde el año 1045, pero el edificio que se ha conservado debió ser construido a finales del siglo XI. Fue consagrada el año 1101 por el obispo de Barcelona Berenguer Folc y hasta mediados del siglo XV fue la única parroquia del municipio. A partir del siglo XV entró en decadencia, sobre todo a partir de la construcción de un nuevo templo, también dedicado a la mártir. A partir de ahí se convirtió en capilla eremita e incluso llegó a utilizarse de gallinero, hasta su restauración en el siglo XVIII, que le permitiría recuperar la categoría de parroquia, ya entrado el siglo XIX.

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